miércoles, 20 de julio de 2016

Biblia y misericordia: ¿cómo es tu Dios?

“Ya no se trata solo de si creemos o no creemos en Dios sino de cómo es el Dios en que creemos”.

Esta acertadísima frase nos va a servir de inicio de recorrido en esta nueva entrega de la serie que hemos iniciado sobre Biblia y misericordia. Me parece que esta cuestión es muy necesaria como puente antes de entrar de lleno en el Antiguo Testamento.

A poco que conozcamos el catecismo sabemos que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Pero a poco que conozcamos cómo somos los seres humanos, individual y grupalmente, sabemos que acostumbramos a darle la vuelta a esta frase y… somos capaces de “crear un dios” a nuestra imagen y semejanza que, triste pero evidentemente, no es para nada el Dios cristiano.

Si nosotros somos insolidarios, rencorosos y vengativos, “nuestro dios”, creado a nuestra imagen y semejanza, va ser igual de insolidario, rencoroso y vengativo. Y si ese “nuestro dios” es así, nuestra religiosidad y pseudo-espiritualidad también lo será así.

Además, esa religiosidad no solo será así, sino que ante cualquier crítica respecto de cómo es, podremos mantenernos impasibles en nuestro error ya que nos sentimos legitimados por “nuestro dios”. Si “mi dios” es así, ¿por qué no habré de serlo yo?

Como vemos, de un error inicial se ha creado una dinámica, diríamos un bucle, de difícil salida ya que se va retroalimentando a sí mismo. Para algunos, casi de nada servirá, pues, que la Palabra de Dios, la doctrina de la Iglesia y cada una de las alocuciones del Papa se dirijan a todos los cristianos en clave de misericordia. Dirán que eso es “flojera” pacifista o que el progresismo se ha adueñado de la Iglesia y del Papa. Lo que sea, con tal de mantenerse fieles a la imagen que ellos se han creado de Dios, fieles a “su dios”.

No es, por tanto, difícil de explicar que desde una religiosidad construida desde “mi dios”, sea posible sostener salvajadas como las siguientes que a continuación señalaré:

- “Si te portas mal Dios no te querrá”. Esa es la mentira más grande que se puede decir a un niño. Dios todopoderoso hay algo que no puede: dejar de amar!!! Dios ama y ama y ama más y sigue amando y no para de amar. Si Dios no ama, entonces no es Dios.

- “Si haces eso Dios te va a castigar”. Otra mentira enorme. Con esta se ha hecho a Dios culpable de inundaciones, terremotos, enfermedades... incluso al sida se le consideró un castigo de Dios. Ese “dios sádico” no es, ni se le parece lo más mínimo, el Dios de Jesús y su Iglesia.

- “Si has hecho eso no tienes perdón de Dios”. Una mentira más. Dios perdona siempre al que quiere ser perdonado. Recuerdo una viñeta que decía que el oficio de Dios es perdonar. Ama siempre y perdona siempre porque su Misericordia es infinita.

Y podríamos seguir con diferentes modalidades que dan vueltas a lo mismo… En cambio, como se transforma todo si mi mi fe, mi religiosidad y espiritualidad, se construyen a partir del Dios rico en Misericordia, de Dios que ama y perdona siempre, de Dios “locamente” enamorado de sus hijos.

Que no te den gato por liebre. Fíjate bien, en las webs, blogs y comentarios en general, como es el Dios del que hablan, que cristianismo es el que transpiran, como van de misericordia. No te confundas, esa idea de que las cosas de fe requieren ser muy rigurosos es muy poco cristiana. Dice la Palabra de Dios: “Misericordia quiero y no sacrificio” (Oseas 6, 6 / Mt 9, 13). Y acaba de decir el Papa Francisco: ”La rigidez clerical cierra los corazones, y ha hecho mucho mal”.

¿Sabes cuál es el peor mal que ha hecho esa rigidez? Hemos convertido a muchos de nuestros hermanos alejados, incluso equivocados, en enemigos y, por nuestra culpa, ellos han entendido que “nuestro dios” era su enemigo. Es gravísimo utilizar a Dios, a las cosas de Dios, como pedrada contra el contrario.

Quique Fernández

miércoles, 13 de julio de 2016

La misericordia en la Biblia

Estamos en plena celebración del Año Jubilar de la Misericordia. Una iniciativa del actual papa Francisco que ha querido que toda la Cristiandad participe de este evento y de esta actitud de profundas raíces bíblicas.

El Diccionario de la Real Academia Española, define la «misericordia», en su primera acepción, como: Virtud que inclina al ánimo a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenos. Implica, por tanto, estar atento a las miserias humanas, padecer con quien las sufre, implicarse en acabar con ellas.

La Sagrada Escritura nos muestra a un Dios que es misericordia. El papa Francisco, en la Bula de convocatoria del Jubileo de la misericordia, presenta al Dios de la Biblia como un Dios cuyo nombre, cuya atributo más significativo es la misericordia: El Padre, «rico en misericordia» (Ef 2,4), después de haber revelado su nombre a Moisés como «Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira, y pródigo en amor y fidelidad» (Ex 34,6) no ha cesado de dar a conocer en varios modos y en tantos momentos de la historia su naturaleza divina (Bula Misericordiae vultus, n. 1).

Las expresiones que encontraremos en el Antiguo Testamento para hablar del amor misericordioso de Dios son diversas y nos van dibujando su rostro amoroso:

a) Misericordia (hesed): es una palabra que indica misericordia, clemencia, compasión; pero, también lealtad, amor fiel. Los textos bíblicos que mencionan el amor misericordioso de Dios son frecuentes, de una manera especial en el libro de los Salmos: (El Señor) ama la justicia y el derecho y su misericordia llena la tierra. (Salmo 33,5). La misericordia divina es inmensa, inconmensurable, universal, lo llena todo.

b) Amor entrañable (rahamim): esta expresión está emparentada semánticamente con el «útero materno» (rehem). Y es que el amor de Dios es presentado como un amor íntimo, entrañable, maternal. La Palabra de Dios nos describe una forma de amor que hunde sus raíces en la forma de amar que una buena madre tiene al hijo que lleva en sus entrañas. El amor de Dios funciona así: Él es amor entrañable (Salmo 78,38); Pero tú, Señor, Dios entrañable y piadoso, paciente, misericordioso y fiel (Salmo 86,15).

c) Amor auténtico, verdadero (emet): el amor de Dios es incuestionoble, cierto, fidedigno. El Dios de la Biblia no puede dejar de ser fiel a su Palabra.Tú (Dios nuestro) has sido justo en todo lo que nos ha acontecido; tú has sido fiel (emet: leal, verdadero), y nosotros inicuos. (Nehemías 9,33). Dios es siempre justo, su amor es fiel en todo momento, no ocurre igual entre sus fieles, en el Pueblo de Dios que no guarda en muchas ocasiones la fidelidad a que se ha comprometido.

La historia de Israel, del Pueblo de Dios, es una constante experiencia del amor de Dios. Un Dios entrañable, misericordioso, fiel, autentico. Un Dios que tiene un cuidado exquisito de sus fieles, de toda la Humanidad. Un Dios cuyo nombre es misericordia, amor entrañable, donación ilimitada.


En sucesivos artículos iremos desarrollando cómo se manifiesta este amor misericordioso en distintos pasajes tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.

Javier Velasco-Arias

domingo, 3 de julio de 2016

Raíces judías del cristianismo (breve aproximación)

Jesús y sus contemporáneos eran judíos

Esta afirmación que hoy nos parece una obviedad no siempre ha sido lugar común entre los cristianos; durante muchos siglos se ha separado la figura de Jesús y el Judaísmo.

Los estudios actuales, sobre todo desde la crítica histórica, nos muestran a un Jesús judío que no reniega ni de su religión ni de sus orígenes.

Os aseguro que mientras duren el cielo y la tierra, ni una letra, ni una coma de la Ley (la Torá) dejará de realizarse. (Mt 5,18).

Sus padres primero y él después cumplirán escrupulosamente las prescripciones de la Torá: circuncisión, presentación en el Templo de los primogénitos, guarda del sábado (shabat), peregrinaciones a Jerusalén, asistencia a la sinagoga, prescripciones alimenticias, etc.

Incluso las discusiones sobre el sábado, en realidad son disputas de cómo se debe interpretar el descanso sabático.

«Si a uno de vosotros se le cae en un hoyo, en día de sábado, la única oveja que tiene, ¿no le echa mano y la saca? Pues, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Por lo tanto, es lícito hacer bien en día de sábado» (Mt 12,11-12).

Esta afirmación se puede hacer extensiva a la totalidad de seguidores de Jesús y prácticamente a la totalidad de escritores del Nuevo Testamento.


Judaísmo y Cristianismo primitivo

Durante mucho tiempo el Movimiento de Jesús, después conocido como Cristianismo, no es más que una variante, una secta judía.

Ninguno de los primeros seguidores de Jesús tiene conciencia, y menos intención, de cambiar de religión.
(Pablo): «Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero he sido educado en esta misma ciudad, a los pies de Gamaliel, he sido instruido en el exacto cumplimiento de la ley patria y he estado lleno de celo por la causa de Dios, como lo sois todos vosotros hoy.
Perseguí a muerte este Camino, apresé y encarcelé hombres y mujeres, como puede certificármelo el sumo sacerdote y todo el colegio de ancianos, con cuyas cartas para los hermanos fui a Damasco, con el propósito de conducir a los de allí presos a Jerusalén, para que fueran castigados.
Pero me sucedió que, mientras iba de camino y me acercaba a Damasco, a eso del mediodía, súbitamente me rodeó una gran luz del cielo.
Caí a tierra y oí una voz que me decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?»
 (Hch 22,3-7).

Circuncidado el octavo día, israelita de raza, de la tribu de Benjamín, hebreo hijo de hebreos; respecto a la ley fariseo (Flp 3,5).

Serán un cúmulo de circunstancias las que conducirán a la separación definitiva entre Cristianismo y Judaísmo:

a)      Por parte del Judaísmo fariseo o rabínico: el rechazo del Movimiento de Jesús como no-judío, sobre finales del s. I o inicios del II. El concilio de Yabne (o Yamnia) será la consumación de esta ruptura:
Se sabe que entre el 85-130 d.C. se introdujo en la duodécima súplica de la plegaria de la Sinagoga, llamada «Las Dieciocho Bendiciones», la fórmula de la maldición contra los herejes (actualmente eliminada):
Que no haya esperanza para los nazrim (nazarenos=cristianos)
que todos los minim (los herejes) caigan en un solo instante
y que sean borrados del libro de la vida
y que no sean inscritos con los justos.
¡Que puedas extirpar y destruir el poder de los soberbios!
¡Sea alabado, YHWH!
y el soberbio sea sometido y derrotado

b)      El Cristianismo, por su parte, cada vez se abrió más al mundo no-judío, de forma que en algunas comunidades, sobre todo paulinas, cada vez más el colectivo gentil es mayoritario. ¿Cómo mantener una identidad judía cuando las comunidades son mayoritariamente o exclusivamente no-judías?


No podemos renunciar a nuestras raíces judías

Las vicisitudes históricas, a las que no es ajena la acción del Espíritu Santo, marcaron la ruptura.

Pero, no podemos renunciar a nuestras raíces:

a)      El Antiguo Testamento lo tenemos en común con el pueblo judío.
Una manifestación siempre actual de aquel vínculo originario (con el pueblo judío) consiste en la aceptación por parte de los cristianos de las Sagradas Escrituras del pueblo judío como Palabra de Dios dirigida también a ellos. La Iglesia, en efecto, ha acogido como inspirados por Dios todos los escritos contenidos tanto en la Biblia hebrea como en la Biblia griega. (Pontificia Comisión Bíblica, El pueblo judío y sus Escrituras sagradas en la Biblia cristiana, n. 2).

b)      Jesús, su familia, los Doce, el grupo de los primeros discípulos y discípulas, el inicial Movimiento de Jesús son judíos.

c)      Los textos del Nuevo Testamento están escritos mayoritariamente por escritores judíos, están repletos de citas continuas de las Escrituras judías, nos hablan de la vida cotidiana en un contexto judío, etc.

d)     Se hace incomprensible el Nuevo Testamento y la Buena Noticia de Jesús sin su trasfondo judío, sin la complementariedad de la Biblia Hebrea, del Antiguo Testamento.

Javier Velasco-Arias