jueves, 24 de noviembre de 2011

Dar razón de la esperanza que nos anima (cf. 1Pe 3,15)

Carlos Mesters y Justino Martínez

En memoria agradecida a Carlos Mesters en su 80 aniversario, “maestro” tan genial como sencillo, tan evangélico como profético.

Era el fin de semana del Domund 2006, en el contexto del quinto centenario de Francisco Javier, Testigo y Profeta, y tuvimos algunas conversaciones[i] sobre algunas cosas que quiero compartir haciendo memoria agradecida a Carlos Mesters. No sé por qué ni cómo empecé a hacer memoria de un itinerario, siguiendo los pasos de un gran maestro de la animación bíblica, Carlos Mesters[ii], al que una señora brasileña, María, de Itapuranga (Goiás) en un encuentro Intereclesial de Comunidades de Base[iii], al verle le saludó de manera graciosa identificando su apellido como si fuera un nombre y se lo tradujo directamente: “O sea,  que usted es ese que llaman ¿‘Maestro’? Parece una flor crecida a la sombra: alto, delgado y pálido”. Sé que alguno de sus libros los conocéis y hasta me consta que los habéis leído y trabajado en grupo. Evoco algunas cosas que  han pasado por mi cabeza y dejo volar mi imaginación mientras hago memoria de tantos encuentros celebrados a lo largo y ancho de ese inmenso Brasil donde tan bien ha arraigado la Palabra de Dios en medio de la gente sencilla. Quiero haceros partícipes de estas cuatro ideas que me vinieron de golpe y porrazo por si sirven para algo.


“En construcción”, “en obras”, “disculpen las molestias”.
 Al empezar a escribir estos renglones me vienen a la memoria algunas páginas Web que al entrar te sorprenden con uno de estos anuncios: “Estamos en obras” y luego, las autoridades públicas por el bien de la gente pone en las calles cortadas para arreglarlas: “Disculpen las molestias”. Así que como os digo, me han venido de sopetón y las he puesto en ristre una tras otra, sin más pretensión que la de compartir un rato con vosotros que tan atareados y preocupados estáis por hacer llegar la Palabra de Dios al corazón del mundo que nos toca vivir. Permitidme que evoque y haga memoria, sin pretender decirlo todo, de algunas cosas que he ido descubriendo en los libros[iv] de Carlos Mesters, escritos para todos los públicos, especialmente para los más sencillos, otros escritos a cuatro manos, es decir, en colaboración con otras personas o en equipo. Me pongo a enumerar algunas de esas características que podéis también vosotros descubrir o quizás algunas más que a mi se me han pasado.

La metodología.
He ido observando desde hace algunas décadas que este autor hace mucho hincapié en la metodología, es decir, en el camino, en los cauces para hacer que la Palabra llegue a su destino. Algo así como el labrador recoge la tierra para que el agua que viene por los canales llegue a la huerta, la riegue y la haga fructificar, así también Carlos Mesters va ofreciendo pequeños pasos metodológicos, siempre cuidados con cariño especial para que los destinatarios encuentren las pistas del tesoro y se alegren por el camino recorrido y los hallazgos alcanzados.
·         Los títulos y los subtítulos “bíblicos”
Si tenéis un poco de tiempo basta que os detengáis en un libro que conozcáis de este Autor y veréis que os sorprenderán los títulos y los subtítulos. Haced la prueba con dos o tres capítulos seguidos… Títulos bíblicos, sobre todo, litúrgicos otros, pero siempre con lenguaje expresivo, vivo e interpelador: tan añejo como el vino, y  tan nuevo como su poder, vigor y alegría.
·         Las claves de lectura.
En cada libro o folleto que escribe Carlos siempre tiene cuidado especial en mostrar algunas claves fundamentales de lectura para que el lector o lectora se sitúe, encuentre las pistas básicas para recorrer el camino con seguridad y éxito. Uno no sale lo mismo que entró, después de hacer un recorrido por cualquier paisaje por el que nos condujo su mano experta.
·         Estribillos.
Una de las cosas que siempre ha cuidado Carlos es el sentido profundo de la Palabra para que llegue al corazón de las personas y de las comunidades, especialmente cuando se encuentran con el Señor que invocan y aman. Parece encontrarse algo que vemos al comienzo del Apocalipsis (Ap 1, 1-8), un libro que Mesters tan bien conoce y que ha puesto al alcance de miles de comunidades cristianas de toda América Latina y de otros continentes. Pues, lo que os decía, que Carlos Mesters suele usar una serie de frases bíblicas, especie de “mantras” si se me permite la expresión, de jaculatorias, o darle el nombre que queráis, el nombre es lo de menos, para hacer llegar la Palabra a lo más profundo del corazón y para que anide allí con toda su fuerza. Muchos de esos estribillos breves, sencillos, fáciles recordar con el corazón encendido, son tomados de los Salmos o de Cantos que hacen vibrar a las comunidades. A través de estos estribillos clave anima la lucha, renueva la experiencia, subraya acentos o focos específicos, muestra un itinerario espiritual, renueva el lenguaje, etc.
·         Antiguo y Nuevo Testamento: vasos comunicantes.
Otro elemento en que Mesters suele hacer hincapié y lo muestra más con los hechos que con argumentos, aunque éstos si son necesarios lo pone en primera fila, es la permanente relación del Antiguo y del Nuevo Testamento, diciendo que nadie explica mejor la Biblia que la Biblia misma y que ella se va explicando de una punta a la otra, por lo cual tenemos que recorrer todo el camino de punta a punta, trenzada esa cuerda con la otra cuerda esencial: la vida, y así constantemente pondrá de relieve esta interacción vitalizadora de VIDA-BIBLIA-VIDA. Se parte de la vida, se va a la Biblia para iluminar la vida y se regresa de nuevo a la vida con ojos nuevos, con corazón nuevo, con manos y pies nuevos, con personas y comunidades nuevas capaces de soñar un mundo nuevo, diferente, justo, fraterno.
·         La novedad del Evangelio
 No menos notorio es el hincapié que hace Carlos Mesters una y otra vez sobre la novedad real y radical que trae Jesús, su evangelio, su llamada, su misión, su opción por los pobres y la permanente vitalidad de la Palabra de Dios que da fruto ayer, hoy, mañana y siempre (Is 40,8).
·         Relectura- actualización – contextualización
Quien se pone en camino con Mesters se verá sorprendido por la sencillez con la que va desgranando textos del Antiguo como del Nuevo Testamento, sin pretensión de erudición de impacto, al contrario, suele decir que no sabe nada, que no recuerda nada o casi nada y que envidia la memoria tan brillante de otras personas y que él da gracias a las libretas que le acompañan y le remozan su memoria. En ese pasearnos por la Biblia Mesters insiste una y otra vez que la Biblia explica la Biblia, que hace memoria de acontecimientos pasados para iluminar hechos nuevos. Que se hace relectura una y otra vez de experiencias donde Dios mostró su dedo poderoso para entender la nueva realidad que nos desafía constantemente y que ningún hecho pasado puede iluminar completamente, por lo que, como el profeta Isaías (40-55) tendremos que mirar hacia delante con ojos nuevos y con mirada sorpresiva para ver las maravillas que el Señor de la Historia va a realizar en el día de hoy, tan oscuro y desafiador, tan confuso y problemático, pero tan preñado de la presencia del Espíritu que nos acompaña desde la creación del mundo.
Carlos procura mostrar en cada página de la Escritura que toca que es siempre actual y puede darnos ojos nuevos para entender lo que vivimos aunque esto exija de nosotros una renovación continua y silenciosa, una pedagogía alternativa y unos caminos siempre inéditos para llegar allá donde brota la vida con toda su fuerza, donde el sufrimiento se hace más intenso o el clamor personal o del pueblo oprimido se hace casi insoportable (Ex 2,23-25). 
Ir con Carlos Mesters es tener un buen compañero de camino pues sabe estar al lado y allá donde se cuecen las habas, te hace ver que caminamos en compañía del Señor por veredas nuevas y que es bonito sembrar semillas en los surcos que hay que roturar con sudor y lágrimas día tras día, sin poder vivir de rentas, fortalecidos, eso sí, con el alimento del Maná –Eucaristía que no se puede acumular, ni multiplicar para seguridades fáciles y eternas. Sí, el Señor lo da y se nos da cada día: “Yo estoy con vosotros cada día hasta el fin del mundo” (Mt 28,20, Hch 1,8). O como dice el Salmo: El Señor lo da a sus amigos mientras duermen, mientras duermen en paz, porque el Señor, y solo El, me hace, nos hace dormir y vivir tranquilos, pues solamente Él sabe darnos anchura y holgura en el aprieto: “¡En el aprieto me diste anchura! En el aprieto nos diste anchura: ¡Continúa dando anchura y horizonte, Señor, y quítanos las gafas oscuras de la ceguera y de la miopía, de los intereses creados, de los premios, aplausos, títulos y honores incluso aquellos que nos quieren dar por estar o  haber estado con los pobres y los crucificados de la historia! Hicimos lo que teníamos que hacer (Lc 17,10), simplemente cumplimos con el Servicio y la Misión encomendados y el resto fue gracia y creatividad de la gente: caminar al lado de los pobres, subir y bajar laderas, sentarnos a su mesa, acompañarles en su marcha, luchas y tribulaciones, entrar en su mundo, compartir sus pequeñas-grandes alegrías, sorprendernos por su modo tan genial y original de compartir: total, radical, rozando tantas veces el milagro, y al mismo tiempo imperceptible para el ojo de quien no camina por sus sendas diariamente, porque “la canción”, como dice el viejo cancionero español, “sólo canto mi canción a quien conmigo va”.
Recibir premios, dejarse agasajar por anunciar el evangelio por los caminos del mundo, por los senderos de los últimos y excluidos, tiene poco que ver con el Evangelio… Hay que tener los ojos abiertos, pues hay regalos que son verdaderos “caballos de Troya”.  A nosotros nos basta caminar como Jesús y andar por donde el pueblo va y viene diariamente. A nosotros nos toca viajar e ir, como dice el poeta y cantautor brasileño Milton Nascimento: “Todo artista ha de estar, allí donde el pueblo está”. Este es el mejor camino de evangelización, la mejor autopista de la Palabra. Como decía una catequista y animadora de la Comunidad de Santa Rita - Pau da Lima (Salvador – Brasil): “hay que ver por qué caminos se adentra la gente para construir su casa. Se ven forzados a ir a lo más lejos, a lo más alto o a lo más bajo, donde incluso serpiente se esconde por allí. Pero las comunidades tienen garra para llegar allí donde ni el asfalto ni la Coca-Cola han llegado aún, porque la Palabra de Dios es fuerza para caminar y crea en nosotros semillas de esperanza”. Y así, desde esta experiencia, se entiende porqué puso el nombre de “Semillita” al grupo de niños que correteaban por allí y que semanalmente se reúnen para escuchar, acoger y celebrar la Palabra de Jesús.
·         Lectura de todo un libro
En América Latina se dio un salto significativo cuando se pasó de tratar temas a trabajar todo un libro o conjunto de libros. Así me parece recordar algo que leí de un gran biblista y amigo, Milton Schwantes[v], y que tiene más razón que una catedral. Carlos Mesters fue pionero en este trabajo, como en otros, junto con muchos otros, hombres y mujeres de tantas latitudes de dicho continente. Seguir paso a paso la lectura de un libro cada año. Que cada grupo o comunidad se involucre hasta las cejas en lo que está llevando a cabo en su área, región o ciudad puede cambiar la espiritualidad de todo un pueblo y ponerle en pie de misión. Así me lo dice la experiencia. Así lo he visto  y experimentado en muchos encuentros que hemos tenido en estos años.
Avanzar paso a paso cada día en contenidos, metodología, coordinando y formando Animadores Bíblicos, ofreciendo dinámicas, estrategias, compartiendo sueños, alegrías, tristezas, esperanzas, “cantando a pesar de que es de noche, porque  el alba va a llegar”, como dice Thiago de Mello, poeta brasileño. Sí, la aurora y la primavera van a llegar si sabemos mantener la esperanza y dar razón de la esperanza en los inviernos recios de la globalización que nos tocan vivir. Si sabemos recrear la fuente de la esperanza, la Palabra de Dios, manantial perenne de vitalidad, entonces tendremos garra y fuerza para enfrentar los conflictos que nos salen al paso, a pesar de las heridas que podamos encontrarnos por el camino. La Palabra de Dios cicatriza todas nuestras heridas y cura todas nuestras enfermedades (Salmo 103).

Tener fe en la gente
Hoy más que nunca, después de desilusiones y cansancios, es necesario creer y confiar en la gente, en el pueblo, en las comunidades, en los pobres, en aquellos que son nuestros compañeros y compañeras de camino, probados por la larga marcha, por el intenso trabajo de unas jornadas siempre desafiadoras con problemas y conflictos, con esperanzas que no se cumplen (Mt 20,1-16) o no se realizan como nos habíamos imaginado (Hch 1,6-7). Los evangelizadores, animadores bíblicos, catequistas o agentes de pastoral nos vemos muchas veces relegados a segundo o tercer plano, tan o tan poco valorizados como la gente con la que vivimos, y corremos la misma suerte de los grupos cuya causa asumimos. Hay ciertas cosas o personas que hoy día se vuelven insignificantes, casi invisibles o inexistentes a no ser para el tiempo de elecciones donde en un continente y en otro se dicen las mismas promesas. “Tú eres lo más importante”. Hoy, cuando a todos les falta tiempo, caminar al ritmo de la gente parece más necesario que nunca y, por otro lado, es urgente renunciar a aquel método de llegar a lo César: “llegué, vi y vencí”. 
Una y cien veces se nos va a exigir caminar “descalzos” como Moisés en el camino nuevo de liberación, en un proyecto que sólo el Señor conoce y propone (Ex 3,1-16). Descalzarnos de tantas seguridades, sintiendo la tierra sagrada debajo de nuestros pies nos hace ponernos en misión con otra mirada, teniendo presente la misión que ayer como hoy el Señor nos confía como promesa de felicidad y que tiene la doble garantía de la fidelidad constante y sinfín del Señor de la Misión, y de nuestra fidelidad, a veces tan frágil, débil y temblorosa. Como decía don Ricardo Blanco, obispo auxiliar de Madrid – noviembre 1981-, “somos frágiles y débiles, palabras esdrújulas, pero tragaderas”. Cuando nos zarandean los vientos contrarios o las dificultades, solo una confianza viva en nosotros y en Aquel que nos llamó a la misión nos da arrojo para permanecer firmes y resistir contra viento y marea, aunque en algunos casos tengamos más bien la impresión de que tornados han pasado por nuestro jardín: ¡Tanto estrago parecía amenazarnos! Y luego, viendo que lo podemos contar, reconocemos que exageramos un poco y el tornado no pasó de un viento-contrario capaz de despeinarnos.
Contar con lo pequeño y los pequeños es, según el Evangelio, una metodología que nos acerca a lo imposible, casi al milagro, vamos, a construir sobre Roca y no sobre arena (Mt 7,21-27; Lc 6,46-49).

mimar un Proyecto de largo alcance
Es importante, como Animadores Bíblicos, tener ante nuestros ojos un Proyecto, una Causa – la Palabra Viva de Dios (Hb 4,12; Jn 1,1-18) – a la que dedicar todas nuestras energías y sueños y permanecer fieles en sus líneas generales, y al mismo tiempo, abiertos y flexibles a los avatares de cada día: enfermedad de nuestros hijos, accidente de un hermano, hipoteca que crece como la hierba, trabajo que disminuye, inmigrantes que nos visitan en cayuco y continuamente llaman a nuestra puerta como Aquel que se hace peregrino y también llama (Lc 24,13-35; Ap 3,20). Abiertos a los imprevistos diarios del actuar de Dios en la Historia ordinaria, y de manera extraordinaria si nuestra fe y esperanza saben captar su presencia discreta en medio de los acontecimientos.
·         Enredados
Sí, enREDados, en red, coordinando Equipos ágiles, actualizados, bien conjuntados y animados, sin grandes estructuras, las mínimas para “SERVIR” a las Comunidades, a los pueblos y sus culturas, y ser eternos “Aprendices de Evangelio y Servidores de la Palabra” (cf Lc 1,1-4), Testigos del Señor Resucitado por la fuerza y el impulso del Espíritu que nos hace pueblo-mesiánico-en-pie-de-misión (Hechos 2,16-33; Joel 3,1-5; Is 2,2) hasta los confines de la tierra, saltando todas las fronteras que separan y matan la vida.
·         Hojas de ruta nuevas
Hoy no se puede ir a evangelizar, a proclamar la Buena Noticia de la Salvación con viejos mapas, es necesario llevar hojas nuevas de ruta, sino corremos el riesgo de perdernos en los inmensos nudos ferroviarios o en los nudos gigantescos de avenidas por donde la gente va a la velocidad de la luz. Si vamos con nuestro tronco-móvil acelerado y sin captar el ritmo y la sintonía de la gente corremos el riesgo de quedarnos solos tocando con una guitarra vieja y desafinada y luego, quizás, echándole la culpa a la gente que tiene mal oído, que no sabe de música y ni quiere escucharnos. ¿Tendremos el valor de orientarnos por los satélites que tenemos a nuestra disposición, por las rutas de Internet, sin tener miedo de embarrarnos los pies con los que han quedado al borde del camino? Estamos desafiados por dos extremos o dos polos tan distantes, pero no podemos olvidar o rechazar ninguno de los dos: son tan necesarios, complementarios e insustituibles… De lo contrario, podríamos llegar a Dios: “los unos sin los otros”, “los unos contra los otros”, o peor aún, “los unos a costa de los otros”: ¡un triste panorama!
Atentos y con las antenas sincronizadas a los signos de los tiempos a través de los cuales, ayer como hoy y como mañana, el Señor de la Historia y de la Vida sigue sorprendiéndonos con su manera de crear, actuar, llamar-enviar, manifestarse-revelarse, conducir la historia y a los pueblos, de ser pastor (Ez 34,1-31; Jn 10,1-18) que cuida de la vida frágil y amenazada y de la recién nacida con ternura entrañable e indescriptible (Is 40,10-11).
·         Autodidactas en las encrucijadas de la vida
Tenemos mucha documentación a nuestro lado y toda la información del mundo al alcance de la mano, a la distancia de un clic. Pero quizás hoy más que nunca tenemos que tener clara también nuestra originalidad, nuestra identidad más profunda, pues el Señor nos ha creado a su imagen y nos ha dado la gracia de la creatividad para hacer llegar sus dones al corazón de la gente y de los pueblos. Ser autodidacta y testigo, más que maestro o profesor, en la vida diaria es un buen itinerario para estar allí donde hay que estar y tener las herramientas que en cada momento son necesarias. El médico lleva su maletín y algunas cosas fundamentales y necesarias para los primeros auxilios. Luego su ojo clínico y su experiencia le pondrán en la pista cierta. También los Animadores Bíblicos tienen su maletín de primeros y últimos auxilios: la Palabra de Dios. Ya va habiendo gente que no va a la reunión sin la Biblia y cuando llega sin ella pide disculpa “por haberse olvidado esta vez”. Algo se va moviendo…, claro que sí.
Por los caminos de los pobres y de la profecía
Hoy día tenemos que ir y hacer llegar el Evangelio del Reino por todos los medios que tenemos a disposición: radio, televisión, periódicos, revistas, internet, coche, tren, autobús, avión…  En el anuncio del Evangelio sólo una autopista nos está vetada y cerrada: ¡la autopista del poder! Esta autopista puede tener o ser conocida por distintos nombres, pero siempre tiene sus “peajes” que pronto o tarde hay que pagar, y, a veces, a precios increíbles. Abiertas, sin embargo, todas aquellas autopistas que llevan al Servicio, al Compartir, al Estar y Ser Evangelio, Fermento y Luz (Mt 5,12-16).
Como seres humanos estamos todos encerrados en debilidad y expuestos a la tentación como Jesús (Mt 4,1-11; Lc 4,1-13; Mc 1,12-13; Hb 4,14-16), como Pedro (Mc 8,31-33; 14,66-72), como Santiago y Juan (Mc 10,35-45, texto que mi compañero de camino por diez años, Heitor Frisotti, intentó “traducir” en su compromiso misionero en Brasil con los afrobrasileños) o los demás discípulos (Mc 10,41-45; 14,50). Como ellos, también nosotros queremos dejarnos llevar por otros derroteros alternativos a los caminos ásperos del Reino y del Evangelio. A veces podemos sucumbir a los hechizos del poder, a sus garras y tentáculos. Por eso Jesús nos pide estar alerta, en permanente vigilancia, día y noche, como el centinela: porque el guardián de Israel no duerme ni reposa. Él está a tu derecha y por eso, aunque caigan mil a tu derecha y diez mil a tu izquierda, a ti no te alcanzarán, ni te hará daño el sol de día, ni la luna de noche. Él te guarda de todo mal. El guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Surcar los caminos de los pobres y de la profecía nunca fue fácil, ni hoy tampoco. Mostrar que – como para Jesús- todos y cada uno son importantes y a todos darles importancia es pastoralmente un desafío cotidiano: a todos escuchar, saludar, acoger, mandarles cuatro líneas, una postal, un correo: breve, directo, al grano, esencial como una mirada y tan elocuente como dos ojos o una sonrisa de complicidad en los aprietos de la vida, en las encrucijadas del camino, en las zancadillas de los que están más cerca, sin llevar en cuenta por mucho tiempo los delitos, los fallos, las faltas ajenas, sin fijar en ellas la mirada, apenas contemplando el panorama con la mirada misericordiosa de Aquel que hace nuevas todas las cosas y cambia el corazón de piedra en corazón lleno de ternura y amor.
Bañados en el agua refrescante del Espíritu
Es necesario más que nunca beber de las aguas refrescantes del Espíritu (Jn 4; 7,37-39; 19,34-37) que renueva la faz de la tierra, capaz también de “rehacernos y recomponernos” como Alfarero que trabaja un nuevo “cacharro”, una nueva vasija de barro (Jr 18,1-12) para llevar tesoros en su interior. La vida nos puede maltratar y agrietar el barro, los conflictos, roces, choques nos causan heridas. Importante es que cicatricen bajo el soplo del Espíritu que genera vida y pueblos libres (Jc 11; Ez 37; Joel 3,1-5, Hch 1-28) que viven y testimonian libertad, justicia, amor. En una palabra: Paz, Shalom. El Shalom, saboreado en sus múltiples dimensiones, del Señor Resucitado como Evangelio – Buena Noticia que cambia la vida y el corazón (Lc 1,79; 2,14.29; 7,50; 8,48; 10,5.6(2x); 11,21; 12,51; 14,32; 19,38.42; 24,36; Hechos 7,26; 9,31; 10,36; 12,20; 15,33; 16,36; 24,2;  Jn 14,27; 16,33; 20,19.21.26).
 El Evangelio es ese Aroma, perfume que llena toda la casa (cf. Mc 14,3-9; Mt 26,6-13; Jn 12,1-8) de la aldea global, y nos da alegría y esperanza en medio de las tensiones, conflictos y dolores de cabeza; nos recompone como el alfarero su vasija de arcilla y nos hace conscientes un día y otro que somos seres de barro y que llevamos un tesoro que no nos pertenece y que tenemos que transmitir con toda su riqueza, fuerza y vitalidad. Tesoro de incalculable valor que se nos ha confiado, y no se trata apenas de “uno”, “tres” o “cinco talentos”, sino joyas, perlas y diamantes de incalculable precio (Mt 13,44-46) y por el cual no se puede dar ni oro ni plata que se le equivalga. Esa Sabiduría no tiene precio (Sb 7, 7-11), ni se aprende en las universidades, sino en el bregar cotidiano y abiertos al acontecer de Dios. Contemplar ese Amor con el que se nos ha amado - “como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros” (Jn 15,9) - nos mantiene vivos en las refriegas de la historia, como fermento,  savia viva, agua que riega los campos y el jardín, luz que alegra la noche. Sí,  el Señor nos hace Luz de las naciones (Is 49,6; Lc 2,32; Hch 13,47) para gloria de Dios Padre (Mt 5,13-16).
Ser luz y dar fruto para que todos tengan vida (Jn 10,10). El Señor  de la viña nos envía a dar fruto para gloria del Padre: “Os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca” (Jn 15,1-17).
 Y por los caminos de la vida, sentir y hacer sentir en medio del calor de las dificultades la Brisa suave que renueva y fortaleza los sueños y la esperanza del profeta cansado y desanimado (1Rs 19). Por los caminos del mundo no nos faltarán tribulaciones, pero “¡animo! Yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).
Cantar con confianza inaudita
Y en medio del trajín cotidiano poder cantar con confianza inaudita: “Dame agua viva, dame agua viva, no quiero tener más sed…” y sentir al caer la tarde, cuando te vienen ganas de arrojar la toalla, pensando que por poco o por nada nos  hemos fatigado, en vano e inútilmente hemos gastado nuestro tiempo, nuestras fuerzas y  nuestro vigor, y nos preguntamos si realmente el Señor está interesado en la causa o se ocupa de  la misma (Is 49,4); cuando te vienen ganas como a Jeremías de no querer hablar más en su nombre, de echar tierra y distancia para olvidar esa pesadilla y te dices “No volveré más a recordarlo, ni hablaré más en su nombre” (Jr 20,9), quizás descubras que hay un fuego ardiente que te abrasa los huesos y que no puedes ahogarlo aunque lo intentes una y otra vez (Jr 20,10; Lc 24,32). ¡Una hoguera inextinguible! que a pesar de los vientos contrarios has logrado mantener viva y a la cual la gente sin decir nada se acerca, se calienta, se alegra y se va sonriendo, cantando, silbando…
Quizás hayas también experimentado que el Señor, como a Jeremías, también te ha puesto sus Palabras en tu boca (Jr 1,4-19) y te ha constituido en autoridad “para extirpar y destruir, para perder y derrocar, para reconstruir y plantar”, lo que te hace temblar las piernas y tartamudear al hablar ante gente que se cree con tanta sabiduría y prestigio y autoridad…,   pero el Señor te llama y te envía y te dice que no debes desmayar ante nadie, pues te ha convertido, aunque tú no te lo acabes de creer, “en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce, frente a toda la tierra”. El Señor te dice, finalmente, que “te harán la guerra, pero no podrán contigo, pues contigo está el Señor para salvarte”.
La  Roca de nuestra certeza
Esta es la única certeza, la única convicción que puede mantenerte en la brecha cuando ves caer uno aquí, otro allá, y te preguntas insistentemente: “¿Quién podrá resistir?” (Ap 6,17), y te dices como Elías: “estoy más solo que la una, y además buscan mi vida como premio” (1Rs 19,14). Pues aunque así te veas o lo pienses alguna vez, el Señor declara que tu estadística no ha tenido en cuenta toda la realidad, que has infravalorado a los que están contigo y son realmente tus compañeros de viaje: “me reservé siete mil en Israel: todas las rodillas que no se doblaron ante Baal, y todas las bocas que no le besaron” (1 Rs 19,18). A veces, entendemos tan poco de matemáticas. Menos mal que las del Señor son diferentes y sabe contar allí donde Elías no ha descubierto ni siquiera un compañero de camino.
Y entonces ves que por dentro salta y nace un manantial incontenible de agua viva que hace brotar mil ríos a tu alrededor, al experimentar como Pablo que el Señor te hace fuerte en la debilidad (2 Co 12,5-10; Flp 4,13), y entonces, sin importante nada dónde estás ni quién es el que te está mirando, cantas a pleno pulmón, una y otra vez: “En mi debilidad, tú me haces fuerte, en mi debilidad, tú me haces fuerte, en mi debilidad Tú te haces fuerte en mi”.
¡Danos tu Espíritu, Señor!
Lucas en su Evangelio recomienda pedir el Espíritu (11,1-13) y también nos asegura su presencia elocuente para las situaciones fuertes que puedan sorprendernos y dejarnos sin habla cuando de improviso nos llegan (Lc 12,11-12). Por eso y para eso precisamente, Jesús nos envía la Promesa del Padre (Lc 24,49; Hch 1,4; 2,33; Gl 3,14; Ef 1,13) para fortalecer nuestras rodillas vacilantes y nuestras piernas tambaleantes (Is 50,4-10), para permanecer firmes en la misión que Él nos confía y de la cual nos inviste con autoridad significativa con el don y el dinamismo del Espíritu (Jn 3,3-8; 20,21-23) que nos muestra la hoja de ruta de la misión hasta el día de hoy (Hechos 1,8), donde nos muestra el programa esencial y las dimensiones fundamentales del mismo. El resto es comentario y fiesta: ¡Aleluya! El Señor ha resucitado y nos envía en misión. No os quedéis  ahí parados sin saber qué hacer ni adónde ir: “¿Qué hacéis mirando al cielo?” (Hch 1,11).
La vida y la misión continúan. Cuento con vosotros. Contad conmigo. Contamos con Cristo, que nos llamó y nos trata de “Amigos” (Jn 15,13-17) para que vayamos a dar y hacer saborear en nuestro mundo globalizado el fruto perenne del Espíritu: “amor, paz, perseverancia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí” (Gl 5,22).

Justino Martínez

[i]  Este texto fue compartido inicialmente con algunos amigos y animadores bíblicos: Rosa Mª, Quique y Carmen.

[ii] Carlos Mesters, nacido en Holanda el 20 de octubre de 1931, recibía el nombre de Carlos al tomar el hábito de la Orden Carmelitana veinte años más tarde. Su nombre era Jacobus Gerardus Hubertus Mesters.

[iii] Los Encuentros Inter-eclesiales de Comunidades Eclesiales de Base: comenzaron en 1975 Vitoria /ES. Desde entonces “El tren de las Cebs” ha recorrido el país em todas las direcciones en los otros diez encuentros que le siguieron hasta este momento. 1976 Vitória/ES; 1978 João Pessoa/PB; 1981 Itaici/SP; 1983 Canindé/CE;  1986 Trindade/GO; 1989 Duque de Caxias/RJ; 1992 Santa Maria/RS; 1997 São Luís/MA;  el décimo en la Bahía; el 11º Intereclesial das CEBs en la Diócesis de Itabira - Coronel Fabriciano MG, en la ciudad de Ipatinga - MG, de 19 a 23 de julio de 2005, con el Tema: “CEBs Espiritualidad Liberadora” Y el Lema: “Seguir a Jesús en el compromiso con los excluidos”. El 12º Intereclesial das CEBs fue realizado en Porto Velho - Rondônia, de 21 a 25 de julio de 2009. Trató el temas; “CEBs: Ecología y Misión” y el lema “Del Vientre de la Tierra, el grito que viene de la Amazonia”. El 13º está previsto en Juazeiro do Norte, diócesis de Crato en el estado de Ceará para 2014.

 

[iv] MESTERS Carlos – LOPES Mercedes, Querido Teófilo. Encuentros bíblicos sobre el Evangelio de Lucas,  Estella, Grupo Editorial Verbo Divino, Villatuerta 2000. MESTERS Carlos – EQUIPO BIBLICO CRB, La formación del Pueblo de Dios, Estella, Verbo Divino, 21999. En esta misma editorial la serie: TU PALABRA ES VIDA, con los siguientes títulos: Lectura Orante de la Biblia; Las formación del pueblo de Dios; Lectura profética de la historia; Sabiduría y poesía del pueblo de Dios; Seguir a Jesús: Los Evangelios; Vivir y anunciar la Palabra. Las primeras comunidades; El sueño del pueblo de Dios. Las comunidades y el movimiento apocalíptico. MESTERS Carlos – LOPES Mercedes – OROFINO Francisco, Misericordia quiero y no sacrificios. Encuentros bíblicos sobre el Evangelio de Mateo, Villatuerta, Verbo Divino – Centro de Estudios Bíblicos – CEBI 1999-2000.

[v] Milton SCHWANTES trata este asunto sobre todo en dos artículos: «Caminhos da Teologia Bíblica», en la revista Estudos Bíblicos 24 (1989) 9-19, y en otro artículo en el libro homenaje a Carlos Mesters con motivo de los 60 años: «Uma nova Esperanza nasceu», en AA. VV., Reflejos da brisa leve. A  Frei Carlos Mesters pela passagem de seu 60º aniversário, Centro de Estudos Bíblicos, Belo Horizonte 1991.