lunes, 4 de abril de 2011

La Biblia orada y vivida (y 3)


3. La lectio divina hoy

            La profesora Nuria Calduch-Benages, en el artículo citado al principio de estas líneas, habla de que hoy se han desarrollado muchos métodos de lectura que de una forma u otra apelan a la lectio divina y siguen más o menos su estructura. Así, por ejemplo, menciona el método de los Seven Steps (conocido también como método Lumko), en el que el encuentro con la Biblia se desarrolla siguiendo «siete pasos»: 1) presencia de Dios, 2) lectura, 3) meditación, 4) pausa reflexiva, 5) comunicación, 6) coloquio y 7) oración común.
Resulta interesante constatar cómo, por un lado, casi en ningún sitio se sigue exactamente la misma estructura en cuanto a la oración, con importantes variaciones según necesidades o situaciones concretas, mientras que, por otro, es indudable que en todas partes se detecta un florecimiento y un interés extraordinarios por la «lectura espiritual» de la Escritura.
            Tras hacer mención de dos experiencias significativas en el ámbito italiano: las llevadas a cabo en la comunidad ecuménica del monasterio de Bose, en el Piamonte, fundada por Enzo Bianchi, y la desarrollada por el carmelita Bruno Secondin en la parroquia de Santa María en Traspontina (Roma), la profesora Calduch ofrece su versión personal de lectio divina, un esquema flexible que puede adaptarse a circunstancias y participantes diversos:
            1) Invocación al Espíritu Santo
            2) Lectio
·        lectura pausada por un lector
·        lectura personal del texto (quince minutos)
            3) Meditatio
·        explicación del texto por parte de la persona que guía el encuentro (diez minutos)
·        silencio que favorezca la meditación (diez minutos)
·        compartir comunitariamente algún punto del texto (diez minutos)
            4) Oratio
·         oraciones espontáneas a partir del texto (diez minutos)
            5) Contemplatio
·         nivel personal (cinco minutos)
            6) Canto final
            Finalmente, a continuación vamos a ofrecer tres ejemplos concretos de lectio o lectura espiritual de tres textos bíblicos. Los tres están en forma de guión (especialmente los dos primeros), y evidentemente necesitarían un desarrollo mayor. El último de ellos se ha practicado en un grupo de «lectura orante» que desde hace años se reúne a instancias del Departamento de Pastoral Universitaria de la Universidad Pontificia Comillas (Madrid). El desarrollo de la sesión es como sigue.
1) Después de unos momentos de silencio, roto solo por una música suave y apropiada para crear un clima de recogimiento, alguien lee despacio y en voz alta el texto con el que se va a orar (en el curso 2010-2011 se ha escogido como itinerario el libro del Apocalipsis).
2) Después, la persona que conduce la oración explica brevemente los tres pasos de la lectio que se van a dar: «cuando leas», «cuando medites», «cuando ores» (a los asistentes se les entrega el guión, más o menos desarrollado, escrito en una hoja). Esto viene a durar unos quince o veinte minutos.
3) Una vez acabada la explicación, los asistentes meditan en silencio el pasaje proclamado (en torno a unos veinte o veinticinco minutos).
4) Por último, el conductor de la oración interviene brevemente recogiendo lo que se ha meditado y orado o invitando a que los asistentes expresen en alta voz aquello que deseen. Al final suele haber algún tipo de oración conjunta.

            ► El primer ejemplo que ofrecemos tiene como objeto de contemplación el extraño texto de Gn 32,23-33.

            Por la noche se levantó [Jacob], tomó a sus dos mujeres, a sus dos criadas y a sus once hijos y pasó el vado de Yaboc. Los tomó, los hizo pasar el vado y llevó consigo todo lo que tenía. Jacob se quedó solo. Un hombre luchó con él hasta despuntar la aurora. Viendo el hombre que no le podía, le tocó en la articulación del muslo, y se la descoyuntó durante la lucha. Y el hombre le dijo:
                –Suéltame, que ya despunta la aurora.
                Jacob dijo:
                –No te soltaré hasta que no me bendigas.
                Él le preguntó:
                –¿Cómo te llamas?
                Respondió:
                –Jacob
                El hombre dijo:
                –Pues ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado contra Dios y contra los hombres, y has vencido.
                Jacob, a su vez, le preguntó:
                –Dime tu nombre, por favor.
                Pero él respondió:
                –¿Por qué quieres saber mi nombre?
                Y allí mismo lo bendijo.
                Jacob llamó a aquel lugar Penuel –es decir, «Cara de Dios»–, pues se dijo: «He visto a Dios cara a cara y he quedado con vida».
                Salía el sol cuando pasó por Penuel e iba cojeando del muslo. Por esta razón los israelitas, aún hoy, no comen el tendón de la articulación del muslo, porque Jacob fue herido en dicho tendón.

1) Lectio
        Personajes: Jacob y un hombre (Dios)
        Escenario:
·         vado del río Yaboc, santuario de Penuel («Cara de Dios»)
·         noche / amanecer
        Jacob está solo (sin familia y sin bienes) y lucha con el hombre (Dios) durante toda la noche
        Jacob entrará en la Tierra prometida cojeando
        Jacob, «el suplantador» (cf. Gn 27,36), queda transformado en Israel, «el luchador»
        El hombre (Dios) tiene que «jugar sucio» para vencer a Jacob
        El hombre (Dios) no revela su nombre: Dios inmanipulable

2) Meditatio
        Fragilidad del Dios omnipotente, cuya expresión máxima será la cruz de Jesús (fragilidad y omnipotencia del amor)
        El Dios inmanipulable se hace niño indefenso en la cuna de Belén, se deja «vencer» por el hombre
        Las personas a veces luchamos con Dios, porque no comprendemos sus designios (noche oscura)
        El encuentro cara a cara con el Dios vivo nunca deja indiferente a la persona, que siempre queda transformada (cojera)

3) Oratio
        Te pedimos, Señor, que nos ayudes a aceptar tu voluntad y a ponerla en práctica
        Señor, te damos gracias por el amor que nos dispensas y por sentirte cercano en nuestra fragilidad
        Te alabamos, Señor, por el don de tu Hijo, Imagen y Palabra tuya

4) Contemplatio
        Las palabras resultan ya inútiles ante la cercanía de la presencia de Dios
        Nuestra lucha inicial se ha convertido en abrazo amoroso y cálido. Las manos del Padre –el Hijo y el Espíritu– nos envuelven

► El segundo ejemplo se centra en el famoso texto de Lc 24,13-35.

Aquel mismo día, dos de los discípulos se dirigían a una aldea llamada Emaús, que dista de Jerusalén unos once kilómetros. Iban hablando de todos estos sucesos. Mientras hablaban y se hacían preguntas, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos estaban ofuscados y no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo:
–¿Qué conversación es la que lleváis por el camino?
Ellos se detuvieron entristecidos, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió:
–¿Eres tú el único en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí estos días?
Él les preguntó:
–¿Qué ha pasado?
Ellos contestaron:
–Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo. ¿No sabes que los jefes de los sacerdotes y nuestras autoridades lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron? Nosotros esperábamos que él fuera el libertador de Israel. Y, sin embargo, ya hace tres días que ocurrió esto. Bien es verdad que algunas de nuestras mujeres nos han sobresaltado, porque fueron temprano al sepulcro y no encontraron su cuerpo. Hablaban incluso de que se les habían aparecido unos ángeles que decían que está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y lo hallaron todo como las mujeres decían, pero a él no lo vieron.
Entonces Jesús les dijo:
–¡Qué torpes sois para comprender, y qué cerrados estáis para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era preciso que el Mesías sufriera todo esto para entrar en su gloria?
Y empezando por Moisés y siguiendo por todos los profetas les explicó lo que decían de él las Escrituras. Al llegar a la aldea adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron diciendo:
–Quédate con nosotros, porque es tarde y está anocheciendo.
Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaba sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Jesús desapareció de su lado. Y se dijeron uno a otro:
–¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?
En aquel mismo instante se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once y a todos los demás, que les dijeron:
–Es verdad, el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón.
Y ellos contaban lo que les había ocurrido cuando iban de camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

1) Lectio
        Tras unos momentos de silencio leemos el texto con tranquilidad, fijándonos en sus detalles:
·         Los personajes: ¿quiénes son?, ¿cuáles son sus actitudes?, ¿experimentan algún cambio desde que empiezan hasta que acaban?, ¿a qué se debe ese cambio?
·         Las acciones: ¿qué hacen los personajes?, ¿quién es el sujeto de las acciones?, ¿hay repetición de palabras en el relato?

2) Meditatio
        Nos dejamos interpelar por la Palabra de Dios:
·         ¿Quiénes son los compañeros que Dios ha puesto en mi camino?
·         ¿Dónde descubro la presencia del Resucitado?
·         ¿Son la Biblia y la eucaristía lugares habituales de encuentro con él?

3) Oratio
        Dejamos que fluyan del corazón nuestras peticiones, acciones de gracias, alabanzas…:
·         Pedimos al Señor que arda nuestro corazón con su Palabra
·         Pedimos que el Señor nos abra los ojos para descubrir su presencia en el camino de la vida
·         Damos gracias a Dios por los compañeros de viaje que nos da y por el banquete que nos conforta
·         Alabamos a Dios por el regalo de su Palabra: el Hijo y la Escritura

4) Contemplatio
        Las palabras dejan de brotar de nuestro corazón y nuestros labios, y nos basta con la mirada que Jesús nos dirige al partir el pan para nosotros («la cena que recrea y enamora» [san Juan de la Cruz, Cántico espiritual 14])
        Sentimos la presencia del Caminante, que reconforta y alienta, como el pastor del Sal 23 («Tu vara y tu cayado me sosiegan […] Tu amor y tu bondad me acompañan todos los días de mi vida»)

► Finalmente, el tercer ejemplo está tomado del Apocalipsis: Ap 6,1-17.

Vi entonces cómo el Cordero rompía el primero de los siete sellos, y vi a uno de los cuatro seres vivientes que decía con una voz como de trueno:
–¡Ven!
Miré y vi aparecer un caballo blanco. El que lo montaba tenía un arco; se le dio una corona y salió como vencedor, dispuesto a vencer.
Cuando el Cordero rompió el segundo sello, oí al segundo ser viviente que decía:
–¡Ven!
Y salió otro caballo de color rojo. Al que lo montaba se le entregó una gran espada con poder para arrancar la paz de la tierra y hacer que los hombres se maten unos a otros.
Cuando el Cordero rompió el tercer sello, oí al tercer ser viviente que decía:
–¡Ven!
Miré y vi aparecer un caballo negro. El que lo montaba tenía una balanza en la mano. Y en medio de los cuatro seres vivientes oí como una especie de voz que decía:
–Por un kilo de trigo, el salario de un día; por tres kilos de cebada, el salario de un día; pero no causes daño al aceite ni al vino.
Cuando el Cordero rompió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente que decía:
–¡Ven!
Miré y vi aparecer un caballo amarillento. El que lo montaba se llamaba Muerte, y el Abismo lo seguía. Y se les dio poder sobre la cuarta parte de la tierra, para causar la muerte por medio de la espada, el hambre, la peste y las fieras terrestres.
Cuando el Cordero rompió el quinto sello, vi debajo del altar, con vida, a los degollados por anunciar la palabra de Dios y por haber dado el testimonio debido. Y gritaban con voz potente diciendo:
–Señor, santo y veraz, ¿cuándo nos harás justicia y vengarás la muerte sangrienta que nos dieron los habitantes de la tierra?
Se les entregó entonces un vestido blanco a cada uno y se les dijo:
–Aguardad un poco todavía. Aguardad hasta que se complete el número de vuestros compañeros y de vuestros hermanos que, como vosotros, van a ser martirizados.
Y cuando el Cordero rompió el sexto sello, vi cómo se producía un formidable terremoto. El sol se tornó negro como un sayo de crin; la luna toda entera se volvió como sangre; las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, igual que una higuera suelta sus higos verdes cuando es azotada por un viento huracanado; el cielo se replegó como un pergamino que se enrolla y no quedó monte ni isla sin removerse de su sitio. Los reyes de la tierra, los nobles, los grandes jefes militares, los ricos y poderosos, y todos los esclavos o libres, se escondieron en las cavernas y entre las rocas de los montes, diciendo a montes y peñascos:
–Caed sobre nosotros; ocultadnos de la vista del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero. Porque ha llegado el gran día de su ira, y ¿quién podrá mantenerse en pie?

1) Cuando leas
        Observa que estamos ante la sección de los siete sellos (aunque en nuestro texto solo se abrirán seis de ellos). Los sellos que cierran el libro simbolizan el sentido de la historia, el plan de Dios: el único que tiene acceso a él es el Cordero.
        Fíjate en los jinetes y caballos que aparecen en los sellos primero al cuarto: van a emprender una expedición de castigo (aunque este no será total). Salvo que el primer jinete sea una alusión irónica al poder político (Roma), no se trata en realidad de cuatro, sino de uno y tres (blanco / rojo-negro-amarillento)
·       blanco: victoria (corona, Cristo), es el color de Dios
·       rojo: sangre (espada, violencia, guerra)
·       negro: injusticia social (balanza, precios, carestía: de 8 a 16 veces más en lo básico [trigo, cebada], que no afecta a los artículos refinados [aceite, vino])
·       amarillento (chlôrós): es el color del cadáver (Muerte, Abismo: espada, hambre, peste, fieras)
        Date cuenta de lo que hay en el quinto sello:
·       degollados: mártires (testimonio)
·       «debajo del altar»: quizá alusión al sacrificio o a tradiciones rabínicas (bajo el trono)
·       oración de los mártires: venganza (sentimiento muy humano)
·       vestido blanco: signo de triunfo
        Fíjate en el sexto sello: se produce una conmoción cósmica
·        sol, luna, estrellas, montes, islas: elementos típicos de la apocalíptica
§         el sol vestido de luto («sayo de crin»)
§         el cielo como pergamino (cf. Sal 104; Gn 1)
·         siete categorías de personas: todos los seres humanos
·         el «día de la ira» (préstamo de los profetas, cf. Sof 1,14-15)

2) Cuando medites
        Reflexiona sobre los males que aquejan a nuestro mundo: violencia, hambre, injusticias… ¿Crees que forman parte del plan de Dios? ¿En qué sentido? ¿Cómo se puede entender que Dios –a cuya esfera pertenecen los «seres vivientes» que llaman a los jinetes– vaya convocando desgracias y pesares? ¿Acaso no hemos de combatirlos o enfrentarnos a ellos?
        Tómate algún tiempo para meditar a propósito de los «mártires» que, aunque degollados, están vivos bajo el altar de Dios. ¿Crees que tú eres uno de ellos? ¿Por qué? ¿También sientes el anhelo de venganza? ¿En qué situaciones?
        Piensa en el vestido blanco con el que también a ti te viste el Señor. Es el mismo de tu bautismo, por eso quizá esté algo ajado o sucio con el paso del tiempo. ¿Crees que le hace falta un buen lavado (por supuesto no con Ajax o Skip, sino con la sangre del Cordero)?

3) Cuando ores
        Da gracias a Dios por ese Cordero capaz de abrir los sellos del libro en que están escritos todos nuestros azares y nuestros gozos, es decir, el que nos revela el sentido profundo de nuestra historia personal y colectiva.
        Pide al Señor que te ayude a descubrir su rostro en medio de un mundo surcado por el mal, que esté a tu lado para que no te deje caer en la tentación de pagar mal por mal.
        Alaba a Dios por tenerte «bajo su altar», custodiado como su tesoro y posesión más preciados. Disfruta de su presencia junto con todos tus hermanos que están a tu lado.

Acabamos nuestra oración leyendo juntos el siguiente texto del evangelio de san Juan:

Al día siguiente, Juan se encontraba en aquel mismo lugar con dos de sus discípulos. De pronto vio a Jesús que pasaba por allí y dijo:
–Este es el Cordero de Dios.
Los dos discípulos le oyeron decir esto y siguieron a Jesús (Jn 1,35-37).

[El rato de oración personal puede llevarse a cabo teniendo presente –sobre las rodillas, por ejemplo– un pañuelo blanco o un pañuelo de papel, que nos recordará las vestiduras blancas bautismales o de los salvados.]

Pedro Barrado Fernández
Director de la Escuela «Juan XXIII»
de Hermandades del Trabajo (Madrid)

Ponencia presentada en:
XXIII JORNADAS DE ESTUDIOS TEOLÓGICOS
ENCUENTRO DE SEMINARIOS MAYORES DE EXTREMADURA
«La Palabra, fuerza y alimento del ministerio sacerdotal» (Dei Verbum 21)
(Cáceres, 9-11 de marzo de 2011)