Reconozco, ya de entrada, que me produce bastante pereza o
desgana hacer la maleta. Tener que escoger lo que pondré en ella y, por tanto,
descartar lo que no llevaré, tratando de acertar sobre variables tan
escurridizas como qué tiempo va a hacer o cuánto tiempo podré dedicar a
actividades complementarias, como por ejemplo leer. Tanto es así que la hago
siempre en el último momento.
Aun así, me va a resultar difícil evitar los dilemas sobre
qué cantidad de mangas cortas o de bermudas llevar, o cuántos libros. Porque lo
que está en riesgo es llevar ropa que no nos pondremos o libros que no leeremos
y, en cambio, dejarse lo que sí acabará resultando necesario. A fin de cuentas,
hacer la maleta es una tarea que requiere de ciertos criterios de utilidad
provechosa.
Jesús nos da una importante pista a la hora de viajar y
decidir qué llevar en nuestra maleta: «No llevéis oro ni plata» (Mt 10,9). Mi
maleta, pues, no debe ir demasiado cargada, y por extensión tampoco mi viaje
debe, ser sobrecargado. Cuando Jesús habla de «oro y plata» se refiere, sin
duda, al exceso de lujo. Ni mi viaje ni mi equipaje, si quiero que correspondan
verdadera mente a un cristiano, deben ser lujosos. Y cuando se habla de lujo
también cabe entender el excesivo confort. Es decir que el «oro y plata»
también se pueden traducir por hoteles, restaurantes o cruceros de lujo.
Dicho de otro modo, mi equipaje no puede ser excluyente, a
causa del lujo, de las necesidades de mis hermanos, especialmente los más
débiles. En mi maleta ha de caber mi hermano. No se trata de meterlo
literalmente a él. Pero, además, en mi maleta debe quedar espacio para todo lo
que voy a vivir, experimentar y aprender de los demás. Una maleta sin espacio
libre no admite nada de nadie. Es intolerante, fundamentalista. Ya lo tiene
todo, ya lo sabe todo, no necesita nada porque es autosuficiente, se siente
completa. Esa soberbia nunca será de Dios, Él siempre está en la sencillez.
Nos dice el libro de Proverbios: «La Sabiduría está con los
humildes» (11,2). Así, además del espacio para el hermano y para lo que él me
puede aportar, dejaré sitio en la maleta para Dios. Su Palabra, su Sabiduría,
la Biblia, en formato libro, aunque solo sean los Evangelios, o en formato
electrónico, en tablet o móvil, hará que el equipaje y el viaje sean más
agradables a Dios.
Quique Fernández
(Publicado en: Catalunya Cristiana 1974 [2017])
Sinceramente sonmuy buenas recomendaciones, ultimamente las agencias de viajes y las empresas delimitan mucho lo que se puede llevar en un viaje, con estos consejos, se pueden superar todos esos obstaculos.
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