· · Lo sagrado en la Biblia
La fenomenología religiosa busca definir lo «sagrado» en su
relación con el hecho religioso, ya que este elemento es el común en toda la
historia de las religiones.
Lo sagrado designa, para
nosotros, el ámbito en el que se inscriben todos los elementos que componen el
hecho religioso, el campo significativo al que pertenecen todos ellos; lo
sagrado significa el orden peculiar de realidad en el que se inscriben aquellos
elementos: Dios, hombre, actos, objetos, que constituyen las múltiples
manifestaciones del hecho religioso (J. Martín Velasco, Introducción a la fenomenología de la religión,
Madrid: Cristiandad 1982, pp. 86-87).
Las expresiones santo o sagrado traducen normalmente el
término hebreoקָדֹֽשׁ (qadosh)
y el griego ἅγιος
Colgarás la cortina de cuatro
columnas de madera de acacia revestidas de oro y provistas de escarpias y de
cuatro basas de plata. La colgarás
debajo de los corchetes, y detrás de ella colocarás el arca de la alianza. La
cortina separará el Santo del Santísimo. (Ex 26,32).
La raíz de esta palabra hebrea indica «separar», «poner
aparte». Aunque no es tan sencillo el saber exactamente a qué se refiere cada
vez que encontramos esta expresión en la Biblia. El contexto en el que aparece
nos dará pistas de cómo hemos de traducirlo y entenderlo.
Lo que sí está claro es que el «Santo» por antonomasia es
Dios. Lo sagrado siempre está relacionado con él.
Yo soy el Señor, vuestro Dios,
santificaos y sed santos, porque yo soy santo. (Lv 11,44).
Y clamaban alternándose:
¡Santo, santo, santo, el Señor Todopoderoso, la tierra está llena de su gloria!
(Is 6,3).
Lo impuro es lo contrario a lo santo o lo sagrado. Son dos
realidades incompatibles. Todo aquel que ha incurrido en impureza debe ser
purificado para participar en el culto, para entrar en contacto con lo sagrado,
para relacionarse con Dios.
3 Y clamaban alternándose:
¡Santo, santo, santo, el Señor Todopoderoso, la tierra está llena de su gloria!
4 Y temblaban los umbrales de las puertas al
clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.
5 Yo dije: ¡Ay de mí, estoy perdido! Yo,
hombre de labios impuros que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he
visto con mis ojos al Rey y Señor Todopoderoso.
6 Y voló hacia mí uno de los serafines con un
ascua en la mano, que había retirado del altar con unas tenazas;
7 la aplicó a mi boca y me dijo: Mira: esto ha
tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado.
8 Entonces escuché la voz del Señor, que decía:
¿A quién mandaré?, ¿quién irá de nuestra parte? Contesté: Aquí estoy, mándame.
9 Él replicó: Anda y di a ese pueblo: Oíd con
vuestros oídos, pero sin entender; mirad con vuestros ojos, pero sin
comprender.
10 Embota el corazón de ese pueblo, endurece
su oído, ciega sus ojos: que sus ojos no vean, que sus oídos no oigan, que su
corazón no entienda, que no se convierta y sane.
(Is 6,3-10).
Las cosas, los textos, los tiempos, los espacios, el culto o
ritos son sagrados por su relación con la divinidad. Indica que Dios es siempre
más, que entrar en su realidad es participar de una realidad diferente.
a) Lo santo o numinoso es
majestad, del latín maius, algo que es siempre más grande. En ese
sentido, lo santo es lo supremo, aquello que aparece como exceso de ser,
como superabundancia o plenitud que desborda todas las posibles concreciones
históricas y objetivas. En ese sentido, lo santo es siempre «más», de manera
que ante el despliegue de la Majestad surge el pavor, la sensación de pequeñez
suprema: el hombre no puede esconderse o resguardarse, nada puede hacer, sino
sólo descubrirse criatura, nada, quitarse las sandalias, taparse el rostro,
pues no se puede ver a Dios (cf. Ex 3,5; 33,20-23).
b) Lo Santo es energía, es
decir, poder originario, que se expresa en forma de fuego o de viento, de
inmenso terremoto. Dios viene, todo tiembla, como en el Sinaí (cf. Ex
19,16-22).
(Xabier Pikaza – Abdelmumin Aya,
«Santidad», en Diccionario de las tres religiones: Judaísmo, Cristianismo,
Islam, Estella: Verbo Divino 2009, p. 1035).
·
Lugares sagrados anteriores al
Templo de Jerusalén: santuarios y tabernáculo
Los montes, especialmente, se convertirán en espacios
sagrados por excelencia. La montaña es signo de la presencia de Dios: Horeb,
Sinaí, Nebo, Carmelo, etc. son lugares desde donde Dios se manifiesta.
Nos puede servir de ejemplo, la montaña del Sinaí, donde
Moisés recibe las Tablas de la Alianza y encontramos una de las teofanías más
importantes del Antiguo Testamento:
El monte Sinaí, donde Yahvé se hace presente ante su
pueblo Israel: «al tercer día el Señor descenderá a la vista de todo el
pueblo sobre el monte Sinaí» (Ex 19,11); donde manifiesta a Moisés cual es
su voluntad para su pueblo: «Y cuando terminó de hablar con Moisés sobre el
monte Sinaí, le dio las dos tablas del testimonio, tablas de piedra, escritas
por el dedo de Dios» (Ex 31,18). Una voluntad que busca el bien, la
prosperidad, la felicidad de su pueblo. Dios hace una Alianza con Israel, un
pacto de fidelidad. La montaña del Sinaí será siempre signo de la presencia de
Dios, de su santidad, de su trascendencia, de la Alianza siempre fiel con su
pueblo.
(Javier Velasco-Arias,
«La montaña, signo de la presencia de Dios». Catalunya Cristiana 1194 [2002]
3).
Aunque la presencia de Dios se hace presente, en un primer
momento, en cualquier lugar, ya que Dios no está condicionado por ningún
espacio sagrado en la Tierra Lugares que después se convertirán en santuarios.
Así dice el Señor: El
cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis pies: ¿Qué templo podréis
construirme o qué lugar para mi descanso? (Is 66,1).
Aunque la persona religiosa necesita un espacio físico,
donde entrar en contacto con la divinidad:
10 Jacob salió de Berseba y se dirigió a Jarán.
11 Acertó a llegar a un lugar; y
como se había puesto el sol, se quedó allí a pasar la noche. Tomó una piedra
del lugar, se la puso como almohada y se acostó en aquel lugar.
12 Tuvo un sueño: una rampa,
plantada en tierra, tocaba con el extremo el cielo. Mensajeros de Dios subían y
bajaban por ella.
13 El Señor estaba en pie sobre
ella y dijo: Yo soy el Señor, Dios de Abrahán tu padre y Dios de Isaac. La
tierra en que yaces te la daré a ti y a tu descendencia.
14 Tu descendencia será como el
polvo de la tierra; te extenderás a occidente y oriente, al norte y al sur. Por
ti y por tu descendencia todos los pueblos del mundo serán benditos.
15 Yo estoy contigo, te acompañaré
adonde vayas, te haré volver a este país y no te abandonaré hasta cumplirte
cuanto te he prometido.
16 Despertó Jacob del sueño y dijo:
Realmente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía.
17 Y añadió aterrorizado: ¡Qué
terrible es este lugar! Es nada menos que Casa de Dios y Puerta del Cielo.
18 Jacob se levantó de mañana, tomó
la piedra que le había servido de almohada, la colocó a modo de estela y
derramó aceite en la punta.
19 Y llamó al lugar Casa de Dios la
ciudad se llamaba antes Luz
(Gn 28,10-19).
Este lugar dará posteriormente
lugar a uno de los santuarios más importantes del Reino del Norte: Bet-El o
Casa de Dios.
Será la época del
desierto, después de la experiencia del Éxodo cuando el espacio sagrado de la
manifestación de Dios lo encontraremos en la Tienda del Encuentro o
Tabernáculo: una especie de Jaima transportable, donde se guardaba el Arca de
la Alianza con las Tablas del Decálogo y desde donde el Señor hablaba con el
pueblo, a través de Moisés, primeramente, y después de sus sucesores.
El Tabernáculo del
desierto era un santuario portátil y desarmable, adaptado a los desplazamientos
del período nómada de Israel. (Adolfo D. Roitman, Del Tabernáculo al Templo.
Sobre el espacio sagrado en el judaísmo antiguo, Estella: Verbo Divino
2016, p. 42).
En él se manifestaba la
gloria (כָּבוֹד) de Dios: su presencia
gloriosa se hacia presente en medio de su pueblo.
Entonces la
nube cubrió la tienda del encuentro, y la Gloria del Señor llenó el santuario.
Moisés no pudo entrar en la tienda del encuentro, porque la nube se había
apostado sobre ella y la Gloria del Señor llenaba el santuario. (Ex 40,34-35).
Javier Velasco-Arias
Javier Velasco-Arias
No hay comentarios:
Publicar un comentario