Estamos en plena celebración del Año Jubilar de la Misericordia. Una iniciativa del actual papa Francisco que ha querido que toda la Cristiandad participe de este evento y de esta actitud de profundas raíces bíblicas.
El Diccionario de la Real Academia Española, define la «misericordia», en su primera acepción, como: Virtud que inclina al ánimo a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenos. Implica, por tanto, estar atento a las miserias humanas, padecer con quien las sufre, implicarse en acabar con ellas.
La Sagrada Escritura nos muestra a un Dios que es misericordia. El papa Francisco, en la Bula de convocatoria del Jubileo de la misericordia, presenta al Dios de la Biblia como un Dios cuyo nombre, cuya atributo más significativo es la misericordia: El Padre, «rico en misericordia» (Ef 2,4), después de haber revelado su nombre a Moisés como «Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira, y pródigo en amor y fidelidad» (Ex 34,6) no ha cesado de dar a conocer en varios modos y en tantos momentos de la historia su naturaleza divina (Bula Misericordiae vultus, n. 1).
Las expresiones que encontraremos en el Antiguo Testamento para hablar del amor misericordioso de Dios son diversas y nos van dibujando su rostro amoroso:
a) Misericordia (hesed): es una palabra que indica misericordia, clemencia, compasión; pero, también lealtad, amor fiel. Los textos bíblicos que mencionan el amor misericordioso de Dios son frecuentes, de una manera especial en el libro de los Salmos: (El Señor) ama la justicia y el derecho y su misericordia llena la tierra. (Salmo 33,5). La misericordia divina es inmensa, inconmensurable, universal, lo llena todo.
b) Amor entrañable (rahamim): esta expresión está emparentada semánticamente con el «útero materno» (rehem). Y es que el amor de Dios es presentado como un amor íntimo, entrañable, maternal. La Palabra de Dios nos describe una forma de amor que hunde sus raíces en la forma de amar que una buena madre tiene al hijo que lleva en sus entrañas. El amor de Dios funciona así: Él es amor entrañable (Salmo 78,38); Pero tú, Señor, Dios entrañable y piadoso, paciente, misericordioso y fiel (Salmo 86,15).
c) Amor auténtico, verdadero (emet): el amor de Dios es incuestionoble, cierto, fidedigno. El Dios de la Biblia no puede dejar de ser fiel a su Palabra.Tú (Dios nuestro) has sido justo en todo lo que nos ha acontecido; tú has sido fiel (emet: leal, verdadero), y nosotros inicuos. (Nehemías 9,33). Dios es siempre justo, su amor es fiel en todo momento, no ocurre igual entre sus fieles, en el Pueblo de Dios que no guarda en muchas ocasiones la fidelidad a que se ha comprometido.
La historia de Israel, del Pueblo de Dios, es una constante experiencia del amor de Dios. Un Dios entrañable, misericordioso, fiel, autentico. Un Dios que tiene un cuidado exquisito de sus fieles, de toda la Humanidad. Un Dios cuyo nombre es misericordia, amor entrañable, donación ilimitada.
En sucesivos artículos iremos desarrollando cómo se manifiesta este amor misericordioso en distintos pasajes tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.
Javier Velasco-Arias
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