Cuantos de nosotros entendemos la fe y el creer como la adhesión a una serie de verdades o enunciados que pertenecen a una creencia religiosa, filosófica o a una persona o institución determinada. Un asentimiento psicológico, cognitivo y afectivo a una doctrina o ideología. El creer en la Biblia no es exactamente eso; es –antes que nada– fidelidad, lealtad, confianza en alguien, que habitualmente se refiere al Dios de Israel, a Yahvé.
Bruce J. Malina, uno de los principales representantes de la aproximación a la Biblia desde las ciencias sociales (The Context Group), entiende la fe bíblica desde esta perspectiva: «las palabras "fe", "tener fe" y "creer" se refieren al "imán social" que une a las personas entre sí, es decir, a una conducta marcada por la lealtad, la entrega y la solidaridad, una conducta manifiestamente social y emocional […]. Por regla general, sin embargo, esta lealtad va dirigida al Dios de Israel»
Fidelidad y verdad son dos realidades que siempre van enlazadas en la fe de Israel. Dios es el siempre fiel, el verdadero. El pueblo de Dios, el creyente bíblico ha de mantenerse fiel a este Dios. Toda la Biblia es un testimonio de fe: de un Dios fiel y de un pueblo del que se espera fidelidad como respuesta.
El verbo hebreo creer (aman) aparece en 137 ocasiones en la Biblia hebrea. Los diversos textos que encontramos nos permiten reconocer el sentido de la expresión; incluso la forma de traducir este verbo nos puede ayudar.
Podemos ver una pequeña selección de ellos:
Moisés y Aarón fueron y reunieron a las autoridades de Israel.
Aarón repitió todo lo que el Señor había dicho a Moisés, y éste realizó los signos ante el pueblo.
El pueblo creyó, y al oír que el Señor se ocupaba de los israelitas y se fijaba en su opresión, se inclinaron y se postraron. (Ex 4,29-31).
Aarón repitió todo lo que el Señor había dicho a Moisés, y éste realizó los signos ante el pueblo.
El pueblo creyó, y al oír que el Señor se ocupaba de los israelitas y se fijaba en su opresión, se inclinaron y se postraron. (Ex 4,29-31).
Aquí el «creer» es fiarse, poner su confianza en las palabras de Moisés y Aarón y, por supuesto, fiarse de Yahvé. Los signos, en esta ocasión, ayudan a esta confianza. El pueblo se inclina, se postra ante el Señor, como señal de fidelidad, de acatamiento.
El Señor bajó en la columna de nube y se colocó a la entrada de la tienda, y llamó a Aarón y María. Ellos se adelantaron y el Señor les dijo: Escuchad mis palabras: Cuando entre vosotros hay un profeta del Señor, me doy a conocer a él en visión y le hablo en sueños; no así a mi siervo Moisés, el más fiel de todos mis siervos. (Nm 12,5-7).
El narrador bíblico pone en boca del Dios de Israel esta alabanza a Moisés: Moisés es el hombre de confianza del Señor, el más fiel. Aquí el verbo aman es entendido en el sentido de «es el más fiel», mejor que el que «cree» o «tiene fe». Moisés, frente a sus hermanos Aarón y Mariam, incluso todo el pueblo, es en quien Dios puede confiar, sin fisuras.
Yo me nombraré un sacerdote fiel, que hará lo que yo quiero y deseo; le daré una familia estable y vivirá siempre en presencia de mi ungido. (1Sam 2,35).
El sacerdote Elí ha de escuchar que Yahvé nombrará un sacerdote fiel, Samuel, que aún es un niño, contrariamente a lo que hacen él y sus hijos. Traducir por un sacerdote «creyente» o que «cree» no tendría sentido. La fe es fidelidad, es lealtad, es alguien que actúa según el plan de Dios.
El que quiera felicitarse en el país, se felicitará con el Dios veraz; el que quiera jurar en el país, jurará por el Dios veraz. Sí, se olvidarán las angustias del pasado y hasta de mi vista desaparecerán. (Is 65,16).
Dios es «veraz». Aquí sería un absurdo entender aman por «creyente» aplicado a Dios. La fe, consecuentemente, también significa vivir en verdad, de forma coherente, como el Señor, que siempre es veraz.
Hemos podido comprobar, aunque sea someramente, que la fe y el creer en el mundo de la Biblia, concretamente del Antiguo Testamento y, también, por extensión, podríamos aplicarlo al Nuevo, tiene un sentido muy concreto, que a veces se aparta de nuestra comprensión habitual.
La persona creyente, quien tiene fe, es ante todo alguien que se fía de Dios, quien ha puesto en Él toda su confianza. Es, también, el siempre fiel, quien guarda fidelidad a su Señor, a Dios. Alguien que vive según verdad, es auténtico, en quien se puede confiar.
Espero que esta perspectiva nos ayude a vivir de forma más auténtica nuestra fe, de hombres y mujeres del siglo XXI, y no la confundamos con una simple adhesión a una lista de enunciados.
Javier Velasco-Arias
No hay comentarios:
Publicar un comentario