«Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la practican» (Lc 11, 28)
La primera catequesis cristiana fue, naturalmente, la predicación de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios. Y la siguiente, obviamente, fue la predicación de los Apóstoles que, no podía ser de otra manera, se basaba y contenía la Palabra que ellos mismos habían escuchado y acogido.
Siguiendo la inspiración divina escribieron los Evangelios. Nos dicen los biblistas que las diferencias que encontramos entre los Evangelios vienen motivadas, en la mayoría de ocasiones, por la comunidad a la que van dirigidos. Es decir, que en ellos hay una clara e importante intencionalidad catequética.
Con el tiempo, los sucesivos sucesores de los Apóstoles fueron desarrollando esa catequesis y, por tanto, fue configurandose lo que hoy llamamos Magisterio. Ese Magisterio tiene una base bíblica bien sólida pero, a semejanza con un gran iceberg, en muchas ocasiones su presentación, sus catequesis, tan solo muestran, como asomandose, una pequeña parte del fundamento bíblico que lo sostiene.
Vayamos al día a día de nuestras catequesis. ¿En cuanto del tiempo que duran nuestras sesiones de catequesis se utiliza la Biblia, el Evangelio? Perdón, quizá me he pasado con la pregunta. Dejémoslo en ¿En cuántas de las sesiones utilizamos el Evangelio? Quizá todavía se las trae la preguntita. Tal vez sería más fácil así: ¿En nuestra catequesis utilizamos habitualmente el Evangelio?
Desde la teoría solo debería caber una respuesta afirmativa. Fijémonos en lo que subrayó Juan Pablo II hace ya treinta años en la exhortación Catechesi Tradendae:
«La catequesis ha de estar totalmente impregnada por el pensamiento, el espíritu y actividades bíblicas y evangélicas a través de un contacto asiduo con los textos mismos» (nº 27)
¿Contacto asiduo con los textos mismos?
Un mínimo conocimiento de muchos de los que han pasado por muchas de nuestras catequeis (me refiero a nuestros compañeros de trabajo, a nuestros vecinos e, incluso tristemente, a muchos de nosotros), nos lleva a conclusiones muy diferentes de la teoría expuesta.
Algunos de ellos ni han tocado en su vida una Biblia o un Evangelio, la mayoría nunca recibíó formación bíblica y casi todos desconocen a los Profetas o los Hechos de los Apóstoles.
Bueno, bueno... -me contestan- que dos cursos de Comunión no dan para tanto...
Pero ¿y los miles que han pasado por nuestras catequesis de Confirmación?
Es habitual que algunos de mis compañeros de trabajo (no creo que me lean) me pregunten sobre cuestiones bíblicas muy básicas para ellos o para sus hijos. Y lo mismo puedo decir de la mayoría de los padres que traen a sus hijos a catequésis. ¡Y muchos de ellos están confirmados!
¿Es posible, pues, la catequesis sin la Biblia? ¡Decididamente no! Y así de claro lo tenían los primeros cristianos. Dice el libro de los Hechos que Pablo predicaba «basandose en las Escrituras»
(Hch 17,2)
¿Es que acaso se puede predicar, catequizar, de otro modo? Quizá se pueda predicar otra cosa, quizá..pero la fe y el seguimiento de Jesús de Nazaret, desde luego que no.
Merecen la pena las palabras de Gonzalo Espina en su libro «¿Cómo hacer de la Biblia el libro de la Catequesis?»: «La catequesis debe privilegiar la riqueza del lenguaje bíblico (...) Debe poner en contacto con la fuerza comunicativa de los textos mismos, de las propias palabras de Jesús. En los gestos y palabras de Jesús hay una novedad, autoridad, provoción, firmeza, ternura, autenticidad, evocación, penetración, pedagogía...insuperables»
Ni podemos ni queremos sustraer al hecho catequético lo «insuperable» de contar con las propias palabras de Jesús. Lo contrario sería predicarnos a nosotros mismos.
Cuando me comentan desde diferentes comunidades que ellos ofrecen la Misa Familiar una vez al mes, no puedo por menos, aún a riesgo de granjearme alguna antipatía, que preguntar por qué rebajan a los niños a una 2ª división.
Pues bien, lo mismo me ocurre cuando parece que no hay espacio para la Biblia en las catequesis de niños. Se aducen, casi siempre, motivos de carácter sociológico. A mí me pesan más las respuestas que encuentro en la misma Palabra de Dios.
San Pablo, en la 2ª carta a Timoteo le recuerda: «y desde la infancia conoces las Escrituras». Claro que sí!, las mismas que aprendió Jesús en Nazaret, las mismas que aprendió su Madre María y que bien demuestra con el cántico del Magnificat (reescribiendo en clave de Evangelio el cántico de Ana)
Y también me he creído a nuestro último Concilio Provincial Tarraconense (1995) cuando en sus Resoluciones nos dice: «Se distribuirán los contenidos del mensaje bíblico en cada uno de los diversos procesos de la catequesis -niños, jóvenes y adultos»
Y digo yo que si San Pablo, Juan Pablo II o el último Concilio Tarraconense nos lo proponen...¡Es que será posible! Lo que pasa es que, al igual que toda la labor evangelizadora, Dios la ha puesto en manos de nosotros y, de alguna manera se puede decir que, por tanto, está en nuestras manos que sea posible.
Un par de pistas, para hacerlo posible, nos las brinda Gonzalo Espina en su libro:
1. «El primer paso para que tú seas un catequista que coloca la Biblia en el centro de la Catequésis es que la Bíblia sea para ti el libro más leído, más meditado y más orado.»
2. «La Biblia se lee en y con la Iglesia. El libro de los Hechos nos muestra cómo la lectura se hacía en comunidad, presidida por los Apóstoles y asistida por el Espíritu.»
Ojalá estas líneas sirvan para que nos interroguemos sobre el lugar que ocupa la Palabra de Dios en nuestras catequésis. Bien es cierto que estas reflexiones tan solo abordan el qué hacer sin disponer de espacio para el cómo hacerlo. Eso puede ser tema para otro artículo pero, mientras tanto, también puede ser objeto de diálogo en nuestras reuniones de catequistas.
De lo que no hay duda es de las consecuencias a las que nos lleva predicar, catequizar, con la Escritura. Nos lo dicen los primeros discípulos: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24, 32)
Quique Fernández
Animador bíblico y catequista
Que quieres que te diga, querido Quique, que no estoy de acuerdo contigo. Sería mentir. Simplemente sublime, claro, conciso y poniendo los puntos sobre las ies. Me ha encantado esta entrada del blog. Algún día el sueño que tenemos algunos acerca de que la Biblia sea la que anime toda la Pastoral se cumplirá. Un abrazote.
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